Se dice que es en la noche cuando las emociones y los
sentimientos fluyen. En mi caso así fue.
La semana empezó bastante fuera de lo normal. Hermosa, diría
yo. Desperté muy temprano y al tomar mi
celular vi que tenía un mensaje de ella que decía “EEEEH WASA Ten un lindo día.
Te quiero”.
Al llegar a la escuela desayuné con
mis “amigas” en la cafetería. Me preguntaron si estaba bien y si
algo me pasaba. No les podía decir nada de lo que me acontecía. No les podía
decir que mi macho alfa ya no me
atraía y que ahora era una fémina la que alborotaba mis hormonas. “Lencha” así
es como me hubieran llamado si yo les hubiese contado lo que me pasaba. Solo les dije que estaba en mi periodo
menstrual y que por eso estaba de un humor demasiado cambiante. Me lo creyeron.
El día transcurrió y yo no paraba de
whatsappear con ella. La semana pasó y no había ni un atisbo de la
existencia de de Javier. Comencé a preocuparme por él. Pensé que se había
suicidado o que lo habían secuestrado. También pensé en la posibilidad de que
probablemente se había emborrachado y me había sustituido con unas putas. Nada
nuevo en lo que a él respecta. Aún así sentía la necesidad de saber si estaba
bien, pero no podía llamarlo. Tampoco podía ir a visitarlo a su casa. ¿Qué le
iba a decir? ¿Que soy bicuriosa? No podía
decirle nada porque ni siquiera yo sabía lo que me estaba pasando.
El viernes fui a la fiesta de una de mis mejores amigas. Ya hacía
mucho que no la veía. Mi pareja para la fiesta: Mariana. No sabía cómo actuar. Me
daba pena que mis amigos vieran lo que había entre las dos. Ella tomó mi mano y
me dijo al oído: “Nadie lo sabe, no te preocupes”. Me tranquilicé. No bebimos ni una gota de
alcohol, pero de refresco y jugo de naranja, muchísimo. Tenía muchas ganas de ir a hacer pipí y decidí subir al baño que estaba en la alcoba de Fernanda. Mariana me
alcanzó, me tomó del brazo y me besó. Yo seguí el beso. Era demasiado perfecto
el momento para arruinarlo. Me quitó el vestido que llevaba y yo desnudé su hermosa
figura. Entre besos y caricias me despojó de las pocas prendas que me quedaban.
Nunca había sentido algo así. Entradas en la estimulante escena no nos dimos
cuenta de que el celular había sonado. Quién sabe cómo el celular se apretó y la llamada fue contestada. Alguien detrás de la otra línea estaba siendo
presente de nuestro encuentro.
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